Estado Emocional, Estado Anímico, Emociones y Sentimientos
Es importante discernir las diferencias que tienen lugar en el universo emocional. No todo es igual. Para cualquier desprevenido, pareciese que fuese así. Es decir, que todo lo referente a las emociones se puede etiquetar dentro de una misma categoría. Sin embargo, en el estudio de este dominio, surgen distinciones que sutilmente van perfilando atributos específicos. Esto es de vital importancia porque dichas distinciones clarifican y dan una idea más precisa de este dominio, que por tanto tiempo quedó relegado en el conocimiento.
Las emociones: Son muchísimas, la cantidad es profusa, además, una persona puede llegar a tener bastantes en un mismo día. Alrededor de 173. Sí, leyó bien: usted puede llegar a tener hasta 173 emociones al día. Esto se debe a que los seres humanos estamos equipados con plasticidad emocional. Poseemos una gran flexibilidad que nos permite pasar de una emoción a otra con facilidad. Las emociones se caracterizan por ser transitorias y cambiantes, surgen luego de que ha ocurrido un evento y nosotros reaccionamos ante lo sucedido… por eso se dice que son predisposiciones para la acción, las emociones son la brújula de nuestro accionar en la vida. Esa es la razón por la cual un mismo suceso puede producir emociones distintas.
El Estado Anímico: Es cuando una emoción se sostiene durante el tiempo, y de alguna manera se solidifica. No es como la emoción, que está sujeta a las circunstancias. En otras palabras, no es una emoción transitoria; produce, cuando se instala y permanece, una cierta disposición emocional, y los sucesos adquieren la textura de dicha emoción. Por ejemplo, alguien que viva desde el Estado Anímico de la gratitud, agradecerá constantemente aquello que le toque vivir. Las circunstancias y las personas que se crucen en su camino, serán fuente de aprendizaje. Sería fabuloso vivir desde la gratitud, ¿verdad?
Sentimiento: A diferencia de la emoción, el sentimiento acaece en la mente, no en el cuerpo. Es en la mente donde se sostiene. Por lo tanto, podemos hablar de la conceptualización de una emoción, ya que ésta antecede al sentimiento. La ecuación es: Senti-mental = cuando lo que sentimos lo procesamos en la mente. Aunque debe haber un registro previo de una emoción, para que luego llegue el sentimiento. Es decir, las emociones producen una serie de acciones. Por ejemplo, la rabia puede producir en alguien acciones como azotar la puerta y gritar. Luego, el sentimiento aparece en la mente porque existe previamente un registro emocional, que nos lo vivimos como recuerdo, que asocia con una nueva circunstancia que está viviendo. Entonces, al conceptualizar la rabia, desde la mente, al traer al momento presente un hecho pasado… “sentimos rabia” , estamos hablando de un sentimiento. Esa asociación, que significa el sentimiento, es de gran utilidad, porque no tenemos la necesidad de vivir cientos de experiencias para agruparla dentro de una misma categoría. Es una capacidad cognitiva desde lo racional sumamente útil.
Estado Emocional: Son aquellas emociones primarias que involucran la intervención del pensamiento. Por esa razón, los Estados Emocionales son aprendidos, y además, sostenidos por la cultura. Se trata de estados en su mayoría aprendidos y valorados por la cultura o el sistema al que pertenecen. Por lo tanto, involucran un proceso cognitivo y racional; son propiciados por los seres humanos. Un ejemplo: puede que yo valore mucho la tranquilidad y por eso, ese es el Estado Emocional que busco tener. Entonces, muchas de mis acciones, decisiones y declaraciones, van en relación con buscar dicho Estado Emocional. La tranquilidad, en este caso, se busca intencionalmente, así como la tranquilidad esta la paz, la felicidad, la libertad entre otros…
Las Emociones Primarias
Muchas veces nuestro instinto reacciona de manera inmediata, sin el uso de la neo corteza. Cuando esto pasa, no hay ni conceptos, ni reflexiones. Simplemente se reacciona. Por ejemplo, si nos sentimos amenazados en una situación determinada, en medio de una balacera, simplemente huimos, sin reflexionar sobre lo que está sucediendo. El instinto de supervivencia es supremamente fuerte.
Las cinco emociones primarias, tal como su mismo nombre lo indica, son aquellas que responden a una reacción de tipo instintiva, de naturaleza animal.
El miedo es sin duda una emoción primaria. Se produce sobre una percepción de peligro real o imaginaria. Puede estar sucediendo en el presente, pudo haber sucedido, o incluso puede suceder en el futuro. Esto lo puede comprobar por su cuenta: imagínese un suceso que ya pasó que lo atemorice o imagínese un suceso que está podría suceder en el futuro que lo podría llegar a atemorizar. Sin que aquello esté sucediendo en el momento, no es curioso que sienta miedo como si estuviese sucediendo en este mismo instante, a pesar de que sólo es una elaboración de su mente.
Cuando el miedo se intelectualiza, se convierte en ansiedad. Aparecen pensamientos caóticos con una tendencia autodestructiva. Desencadena en comportamientos compulsivos, como adicciones y tics. Cuando se le da vueltas y vueltas a un tema, y las uñas se muerden una y otra vez, el cuerpo se siente pesado, no hay claridad en los pensamientos, en fin, la confusión reina, y se vuelve una y otra vez sobre lo mismo, como en un eterno retorno. ¿Le suena familiar? La ansiedad es muy propia del mundo moderno en el que hay poco espacio para la calma, para respirar de manera consciente.
Sin embargo, el miedo también puede ser real. Es decir, puede aludir a un peligro inminente, que está sucediendo ya, en este momento. Como en el caso de la balacera, el miedo puede ser un hecho, y el escucharlo puede ser una cuestión de vida y muerte. Esto constituye una luz del miedo, pues nos alerta, nos protege.
Está también el miedo irreal. Éste ocurre cuando la intensidad del miedo percibido no tiene mayor correlación con el peligro que en realidad se está corriendo. Aquí entran las fobias, por ejemplo. Si alguien con sólo ver una cucaracha decide subirse a un mueble, negándose a bajar por un lapso de tiempo considerable, debido a un temor evidentemente magnificado, estamos frente a un miedo irreal. Por eso se denomina como un miedo neurótico.
También está la rabia. En el cuerpo la sentimos como una descarga. La rabia nos energiza y moviliza. Dispone el organismo a tomar acción, a ir tras algo. Permite lograr objetivos, activa el instinto de supervivencia desde el ataque, nos lleva a hacer respetar nuestro espacio, poniéndoles límites a los demás. Todos la hemos sentido alguna vez. Cuando sentimos esa descarga de adrenalina en nuestro organismo, podemos hacer cosas que de otra manera no haríamos. Recuerden una situación en la que sintieron rabia. ¿Qué pensaban? ¿Qué sentían? ¿Hicieron o dijeron algo que usualmente no hubiesen hecho sin su presencia?
En el organismo, la frecuencia cardiaca se incrementa y la adrenalina, como se mencionó, aumenta. La respiración se acorta y se vuelve continua, el cuello se contrae, los puños se aprietan, todo se tensa. La rabia es fácilmente asociada con hostilidad, furia, indignación, y en casos extremos, con un odio patológico, exacerbado, claro está, en el estado anímico del resentimiento. ¿Conocen a alguien que vive desde dicho estado anímico? Estas clases de personas suelen tomarse las cosas a modo personal, son irascibles, y suelen traer una larga cuenta de las veces en que la vida y los demás los han tratado con injusticia.
La rabia aparece como una fuerza instintiva, moviliza. Es un motor que permite defender y atacar, según la ocasión; es decir, según los estímulos del exterior. Por lo tanto, también tiene sus luces y sus sombras. Como todas las emociones.
En la alegría nos conectamos fácilmente con la celebración. La alegría nos anima a compartir y a festejar. En términos fisiológicos, las sensaciones incomodas se suprimen o pasan a un segundo plano. Es decir, cuando nos sentimos alegres, hasta ese molesto punzón en la articulación pasa a un segundo plano.
Esta emoción tiene la particularidad de que al recordar, es posible que llegue alegría a nuestro presente. Así mismo, esto puede pasar cuando proyectamos un instante en el futuro.
A la alegría se le asocia con la diversión, con la armonía sensual, con la complicidad y la picardía.
La tristeza tiene como función el conectarnos con aquello que es importante para nosotros. Si algo no nos importa, simplemente no tiene la potestad de ponernos tristes. Esta emoción permite que se genere un espacio para que llegue la reflexión y la introspección. Tiene una relación directa con lo que ya sucedió, es decir, con el pasado, ya que llega en el momento en que nos hacemos conscientes de algo que perdimos; de eso que estaba y ya no está. Por esa razón, la tristeza tiene una función adaptativa y reparadora.
En el momento en que una tristeza profunda se instala por tiempo continuo, puede emerger el estado anímico conocido como depresión. Es como si la tristeza se adhiriera de forma permanente y se transformara en unos lentes a través de los cuales vemos e interpretamos la vida misma, en tonos tenues, lúgubres y opacos. ¿Se les hace conocido el semblante de alguien que se encuentra en el estado anímico de la depresión? Son personas que en dicho estado están ausentes, tristes, transmiten desesperanza. Son lacónicos, incluso silenciosos.
El rol fundamental de la ternura consiste en proveer al ser humano de una sensación de seguridad. Una de las necesidades básicas la constituye la protección con el fin de garantizar la supervivencia. Esa necesidad de seguridad, la pueden constatar: es una necesidad básica en los recién nacidos, por ejemplo. En ocasiones un bebé sólo necesita sentir que lo sostienen con ternura, para acallar su llanto.
Emociones secundarias
De la mezcla de las emociones primarias, surgen las emociones secundarias. Empieza a configurarse entonces el vasto y rico universo de las emociones. Para nombrar sólo algunas de estas emociones, están: arrogancia, melancolía, incertidumbre, celos, asombro, sumisión, valentía, dignidad, orgullo, pasión y nostalgia, entre muchísimas otras.
Hablemos de dos. La escogencia es aleatoria. No obedecen a jerarquía de ninguna índole, ni a una clasificación personal. Simplemente las escojo para ilustrarlas. Una que goza de buena propaganda, y otra que no suele tener la misma connotación.
Empecemos por la de mala propaganda: la arrogancia. Cuando escuchamos que alguien tiene esta emoción muy a la mano, solemos pensar que se trata de alguien que se considera superior a los demás. En la tradición judeo-cristiana no suele ser bien vista ya que se cree, puede alejarnos de la humildad y del perdón. La arrogancia, en efecto, puede distanciar a la persona. La hace sentir que el mundo debe ir hacia él, constituyéndola, en muchos casos, en una oferta pobre; incluso, en casos extremos, la convierte en una oferta muda, casi que inexistente.
Sin embargo, esta emoción tiene sus luces. Puede empoderar y proveer la seguridad necesaria para que el individuo se constituya como una oferta valida y apetecida por la sociedad.
La arrogancia puede componerse de rabia y alegría, que unidas, fortifican la fuerza, la potencia y la energía necesarias para configurar una oferta irresistible.
Cuando la rabia se mezcla con el miedo, la arrogancia parece proteger aquellos vacíos generados por la inseguridad, buscando opacar y evitar que lo que otro hace o dice sea mejor o superior a lo dicho o hecho por mí. En este caso, la arrogancia tiende a imponer una opinión o una verdad.
Ahora vamos a la emoción que goza de buena propaganda: la gratitud. Esta emoción ayuda a que las relaciones se fortalezcan y consoliden. Emerge en combinación con el amor, más la ternura y la alegría. Etimológicamente, “gratitud” viene de “gratis”. A diferencia del agradecimiento, la gratitud es una emoción no transaccional. Esto quiere decir que a través de la gratitud se es capaz de apreciar directamente el regalo que significa el momento presente, por lo tanto, no requiere de un intercambio o de una transacción entre dos o más. No se trata de agradecer favores o compensar las acciones a cambio de… se trata de una conexión profunda con el milagro de la existencia. La gratitud nos permite conectarnos, sentirnos unidos con los demás, nos posibilita el celebrar.
Emociones Mixtas
Las emociones mixtas surgen debido a la combinación entre emociones primarias con las secundarias. Son emociones derivadas. La forma en que se expresan es diversa; unas aparecen desde su luz, otras desde su sombra. Como se dan cuenta, el universo emocional es complejo y matizado.
Del miedo, por ejemplo, se derivan: incertidumbre, angustia, ansiedad, inseguridad, caos, cobardía y confusión; de la rabia se derivan la pasión, los celos, la envidia y la soberbia; y de la alegría, se deriva el amor.
Al igual que en las emociones secundarias, escojo dos emociones; una que goza de buena propaganda y otra que no tanto.
Por ejemplo, está el caos. En nuestras sociedades, se ha promulgado de alguna manera la homogeneidad, con orden, leyes, reglas, normas, convenciones, estatutos, etc. Aquello que rompe con el patrón muchas veces puede subvertir el statu quo. Y el caos es un concepto, pero también una emoción, que se identifica con lo diferente y lo impredecible. Esa suele ser la connotación que usualmente nos viene a la mente cuando llegan las asociaciones de dicha palabra. Aunque es cierto que el caos involucra unas góticas de incertidumbre, pues se navega un poco en océanos ignotos. Y en ese sentido, es normal que algo de miedo esté presente. Sin embargo, en algunas ocasiones puede ir acompañada de cierta picardía y expectativa. Entonces, cuando esto sucede, puede llegar el asombro, la sorpresa, el entusiasmo y la inseguridad. El caos puede ser un gran maestro, incentivando el aprendizaje, el avanzar, no permitiendo el quedarse estancado ni anquilosado.
También está el amor. Esta palabra probablemente es una de las más nombradas en todos los idiomas. Analicemos un tipo de amor, posiblemente uno de los más difundidos: el amor de pareja. Tiene que ver con el enamoramiento. Va acompañado de sentimientos de ternura y de un impulso de complacer sexualmente. Un estado de calma, relajación y satisfacción se genera, y el organismo se predispone al entendimiento mutuo. El amor de pareja involucra la pasión por el otro (me fundo en ti), junto con la admiración (me gustaría tener eso que tú eres o haces).
Emociones oscuras
Tal vez por estereotipos que hemos fabricado, y que también hemos “comprado” consciente o inconscientemente, como ya se mencionó, a unas emociones las hemos etiquetado como positivas y a otras como negativas. Es difícil establecer una razón exacta de por qué esto ha sucedido. En nuestra sociedad, se ha instalado de alguna manera un arquetipo de triunfador, que tiene que ver con aquel que es capaz de lograr cosas, independientemente de los obstáculos. La vida como reto pasa a ser un entorno de competencia, en donde sólo sobrevive el más fuerte, el más apto, o aquel que es capaz de cambiar dependiendo de las circunstancias.
La lista de emociones oscuras puede ser larga: miedo, rabia, odio, arrogancia, egoísmo, envidia, en fin, muchas otras pueden llegar. Sin embargo, es importante señalar que un pensamiento unilateral y reduccionista, tiende a ver las cosas en términos dualistas: bueno-malo, rico-pobre, noche-día, lindo-feo. Pero es precisamente este tipo de análisis, los que nos coartan y nos impiden tener una concepción más completa de la realidad.
Por ello, señalo la importancia de ser consciente de que, así como el día sólo es posible en función de su contrario, la noche, las emociones no sólo se constituyen a partir de sus opuestos, sino que ellas mismas no se pueden evaluar desde el blanco y negro, es decir, desde una concepción tan simplista. Toda emoción, por oscura que parezca, tiene su luz; y toda emoción, por luminosa que sea, tiene su sombra.
Sobre las llamadas Emociones Atrapadas
El doctor Bradley Nelson, en su libro sobre emociones atrapadas llamado “El Código de la Emoción”, se refiere a cómo éstas se quedan instaladas, en algunas ocasiones, por mucho tiempo o incluso de por vida, en los cuerpos de las personas. Sin embargo, yo prefiero enfocarme en el impacto que éstas tienen en las vidas de las personas, y cuáles son los posibles motivos, desde la psicología, que hacen que aquellas se queden.
Por motivos que no se conocen del todo, en ocasiones, algunas emociones no se logran procesar del todo. Lo que suele suceder en estas ocasiones, es que una emoción no se vive como se debería, es decir, si hay rabia, puede que la persona no se permita sentirla y darle posibilidad a que salga. Más bien, por diferentes razones, la guarda y la reprime. Esto mismo puede suceder con otras emociones. Por algún motivo, no las procesamos como deberíamos hacerlo.
Cuando esto sucede, puede pasar que esas emociones se vayan configurando de tal manera, que se instalen como estados anímicos. Entonces muchas veces podemos sentir que estamos nadando en contra de la corriente. Nos estrellamos no sólo dos veces, sino varias, contra una misma piedra. No sabemos cuál es la razón, pero podemos intuir que se trata de una fuerza que va más allá de nuestro entendimiento consciente.
Es quizás en estos momentos cuando de manera sintomática y física se cae en cuenta de que la temporalidad de la emoción no es circunstancial. Además, no se logra explicar o deducir cuál es la razón de ese estado de ánimo. Porque, sin importar lo que se haga o diga, o el contexto correspondiente, dicho estado anímico permanece. Pareciera que atora, intoxica, se siente la necesidad de expulsarlo para liberarse de esa sensación que produce.
En la mayoría de los casos (y no será esta la única causa), esos estados anímicos tienen origen en eventos que tuvieron un alto impacto en la infancia. Desde la psicología, la explicación consiste en que quedaron registrados en el inconsciente, para acompañar de manera permanente, a la persona a lo largo de su vida. Entonces se requiere hacer un trabajo “consciente”, que permita traer dichos estados anímicos al presente, con la finalidad de rediseñar (resignificar) la manera de aproximarse y de referirse a ese evento que ya sucedió, y que en algunos casos, no ha quedado claramente evidenciado. Una vez identificado, el siguiente paso es el emprendimiento de nuevos aprendizajes y de otras acciones que posibiliten liberarse de la emoción, para sacarla de su “cárcel”, con lo que se consigue trascender al hecho de poder vivir las emociones desde un espacio de mayor armonía y fluidez.
Existen otras causas para que los estados anímicos se instalen de forma permanente. Tiene que ver con el valor y significado que la mente le asignó a determinado estimulo sensorial o a cierto evento. Una de ellas es el resentimiento y otra es la reacción que surge ante las críticas.
En cuanto al resentimiento, la misma palabra remite a su significado: “re-sentir”, o sea, recordar y sentir en este momento, o de forma continuada, cosas que ya pasaron. Un resentimiento largamente cultivado, por ejemplo, una pena pasada que se recuerda como si fuera hoy, el sentirse culpable en este momento por algo que ya pasó, y el no perdonar lo que nos hicieron, puede carcomer el cuerpo hasta desarrollarse en un cáncer. En ocasiones se trata de un estado anímico que se evidencia como una emoción que se instala por periodos de 3 a 6 meses. Hay también momentos en los que esta sensación emocional proviene del pasado. Y, además, pareciera que hay algo que siempre está ahí, presente; una “molestia”, una “rabia” indeterminada y permanente que se manifiesta a lo largo de la vida. Quizás, y esa es la propuesta, podría comenzar a verse esta rabia, este enojo, como una emoción atrapada en nosotros.
Y en lo referente a las críticas, éstas se ven reflejadas con la severidad con la que se hacen juicios críticos sobre sí mismos en relación con los propios comportamientos y con los comportamientos de los demás. Puede convertirse en una práctica habitual, que a su vez, conduce a la insatisfacción permanente. En ese orden de ideas, nada de lo que se realice este bien; siempre falta algo por hacerse según los estándares esperados. Este paradigma está instalado en el inconsciente, y por ello acompaña constantemente al sujeto, quien tiene una sensación de malestar e inconformidad, que se prolonga hasta la minusvalía o baja autoestima. Dado que todo lo que se hace no es suficiente, se reconoce en el cuerpo la insatisfacción que se refleja en la falta de empoderamiento y en la ausencia de auto confianza; se desdibuja el Yo y la propia capacidad personal.
El subconsciente está al tanto de cualquiera de las emociones atrapadas que el cuerpo pueda estar albergando. Sabe exactamente qué efecto tienen éstas en nuestro bienestar físico, emocional y mental. El subconsciente también está (siempre) al tanto de todo lo que necesita el cuerpo para estar bien. El llegar a reconocer la o las emociones atrapadas presentes en una persona, requiere de un profundo acto de reflexión, introspección y valentía; no sólo para verlas, sino para tomar la decisión personal de querer salir de ellas. Así parezca extraño, los seres humanos nos habituamos a incluso aquello que nos ha traído dolor. Entramos en una zona de confort. Por eso, desprenderse de las emociones atrapadas que en muchas ocasiones han acompañado a las personas por años, es un acto de desaprender.
Uno de los aspectos maravillosos del ser humano es que las emociones atrapadas, una vez que son liberadas, reconocidas y trabajadas, se van para siempre. Por otro lado, es posible que una emoción particular alojada en el cuerpo produzca más de una incidencia. En este caso, se podrá liberar la misma emoción muchas veces, pero cada emoción será una energía atrapada separada y distinta, generalmente como resultado de distintos acontecimientos emocionales del pasado. También es posible que una persona tenga diversas emociones que quedaron atrapadas en torno al mismo acontecimiento.
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