NUESTRAS RELACIONES Y SU FUTURO, UNA INVITACIÓN A CONSTRUIR CONFIANZA
El devenir, con su infinito misterio, devela con una crudeza total esa
experiencia límite entre “lo que fuimos y estamos siendo” y “lo que
seremos”. Ese límite que constituye, el presente, lo distinguimos como
“borde vital”. Es una secuencia dinámica que no se detiene, totalmente
escurridiza y separa lo vivido con lo que se viene por vivir. No podemos
tomar y contener el borde vital de nuestras vidas, intentar eso, es como
pararse al borde de un río y hacer el esfuerzo por detener su cauce. Solo
podemos tener una reflexión abstracta sobre su existencia, para entender
de qué hablamos y en ese ejercicio, si podemos dar cuenta de su existencia.
El borde vital, es el lugar donde tenemos la experiencia de la vida, es donde
biológicamente experimentamos los fenómenos adaptativos que
caracterizan a todos los seres vivos.
Como seres relacionales que somos, habitamos ese borde vital, en
relación con los diferentes contextos y personas, con quienes nos
vinculamos. Construimos nuestros sistemas de vida con otros. Desde el
momento de nacer, impactamos con nuestra presencia y a la vez, somos
impactados por la presencia de la otras personas con que nos relacionamos.
Desatando diversos mecanismos adaptativos biológicos, emocionales y
lingüísticos, que en definitiva nos van constituyendo como el ser relacional
que somos.
Necesitamos poder mirar desde el coaching ontológico cómo estamos
siendo como seres humanos y una manera de hacerlo es observar
detenidamente el devenir de nuestras relaciones.
Una pregunta atingente a esta reflexión es, ¿qué podemos distinguir,
luego observar y posteriormente proyectar en nuestro mundo relacional?
De los elementos que componen a las relaciones elegimos, en esta
ocasión, uno fundamental, LA CONFIANZA. Sobre todo porque no existe
acceso humano, ni capacidad alguna de control sobre el FUTURO. El futuro
está en el lado incierto del borde vital. Es lo que viene, es el camino incierto
que tomará el agua del río.
El vértigo natural frente a lo incierto, genera sensibles movimientos
internos, que requieren ser vividos desde un lugar que lo haga menos
angustiante y ojalá más confortable. Por ejemplo, si miramos la relación de
pareja. En nuestro devenir hay una parte del borde vital conocida, que es la
historia compartida. El momento en que nos conocemos, la romántica época
de conquista, los compromisos, las desavenencias, las interacciones
familiares y el momento actual. Otra parte es desconocida, el futuro, lo
incierto, lo incontrolable, lo misterioso, lo desconocido. Como este otro lado
del borde vital, nos constituye e interesa como pareja, necesitamos de un
elemento relacional que nos sostenga, le dé sentido y genere cierta
seguridad. Ese elemento relacional es la confianza.
Cada una de las infinitas relaciones que tenemos está teñida de manera
particular por la confianza. El usar la metáfora del “teñir” nos sirve para
imaginarnos en tonalidades de colores la fragilidad y el dinamismo de la
confianza en las relaciones. Los colores son siempre variables y sus tonos
serán sensibles a los diversos movimientos de las interacciones relacionales.
Si en una relación que nos importa la otra persona no hizo la acción a la
que se comprometió, afectará nuestra confianza hacia ella y las tonalidades
se ensombrecen. Si esa misma persona se hace cargo de los costos
ocasionados por su falta, pide perdón y vemos que en las acciones futuras
cumple a cabalidad sus compromisos, entonces las tonalidades se iluminan
y la confianza se fortalece.
Hagamos el ejercicio de detenernos unos segundos y observar, desde
esta mirada gráfica, la variabilidad de tonos de la confianza. Por ejemplo,
en relación a nuestra madre, ¿cómo está la confianza? Miremos como
cambian sus tonalidades, en las diferentes interacciones históricas y
actuales.
Lo interesante es poder mirar que la confianza es como el agua que corre
por un río, nunca está quieta.
Agregamos esta otra metáfora, en el esfuerzo de poder construir
imágenes observables a este elemento tan sensible a las acciones humanas
comprometidas en la relación.
Hay relaciones donde este río tendrá un origen muy lejano, será muy
ancho, profundo y traerá una gran cantidad de agua; su corriente es
apacible revelándonos una relación que habita en un trasfondo de
confianza. Otras relaciones serán como un hilo de agua en un entorno árido,
donde el origen está apenas a unos metros de distancia; incluso se puede
divisar el débil manantial que alimenta el río. En algunos casos el ancho se
va angostando, aumentando el caudal, dibujando turbulentas bajadas, entre
piedras, remolinos y cataratas. Así como la relación está compuesta por
diversas interacciones, la geografía y los elementos de un río tienen
múltiples cambios. Varía el ancho, el caudal, la profundidad, el clima, la
corriente, la temperatura, los desniveles, etc. Cada elemento mencionado
tiene su respectivo valor metafórico asociado a la confianza.
Volviendo al ejercicio. Elijamos la metáfora que más nos haga sentido, la
que más nos acomode y observemos algunas de nuestras diferentes
relaciones: con la madre, el padre, los hijos, los hermanos, la familia, la
alimentación, el descanso, el trabajo, el jefe, el equipo, el dinero, los
animales, el futuro, los políticos, el mundo y, muy importante, la confianza
en relación a nosotros mismos, nuestra historia, nuestro cuerpo, nuestros
pensamientos, nuestros dones y nuestras sombras.
Como decíamos, somos seres relacionales, existimos en relación a todo,
con sus infinitas formas y maneras. La confianza constituye centralmente
cada una de esas relaciones.
Cada relación requiere un tiempo de contemplación para que la
respectiva reflexión nos muestre más elementos de cómo está siendo la
confianza en nuestras vidas. Miraremos cuáles son los tipos de interacciones
que más afectan y reducen nuestro nivel de confianza. O, por el contrario,
qué hace que la confianza en alguien crezca.
Recapitulando, los puntos importantes en esta primera reflexión sobre la
confianza son que somos seres humanos relacionales, no tenemos acceso al
incierto futuro de nuestras relaciones, y desde nuestra perspectiva más
humana, necesitamos a través de la confianza, elementos de sentido,
contención y seguridad. Además señalamos que la confianza es dinámica y
está teñida por las situaciones relacionales de nuestro pasado. Cada
interacción va afectando la calidad de la confianza. Y a su vez, los tonos de
la confianza influyen en cómo nos predisponemos a actuar en el futuro.
LA CONFIANZA DESDE DISTINTOS DOMINIOS
Si tomamos el modelo del Observador podemos mirar la confianza desde
los diferentes dominios de existencia, sabiendo que es la misma experiencia
de confianza, que se manifiesta de manera particular en cada dominio, de
una forma absolutamente interrelacionada y coherente.
• Desde el lenguaje, la confianza es un juicio que hace alguien sobre
“el otro” que es parte de la relación.
• Desde lo emocional, la confianza es una predisposición a actuar
dentro de la relación.
• Desde lo corporal, la confianza es una disposición al movimiento
corporal, que define la presencia desde dónde actuamos en la
relación.
La confianza desde el lenguaje
“Yo confío en ti”, “nosotros confiamos en nuestro equipo”, “este auto
nuevo me da confianza”, “confío en la seguridad de este lugar”, “lo que me
dices me parece falso por tanto no puedo confiar”, “esa predicción
meteorológica no me da confianza”, “la gente que acumula poder no me da
confianza”…
Todos son ejemplos de juicios que abren y cierran posibilidades
relacionales.
Claramente cuando tenemos un juicio de mayor confianza, las
posibilidades de construir una relación que nos genere satisfacción y
tranquilidad se potencian. Por el contrario, si el juicio es de poca confianza,
la relación tenderá a debilitarse.
Las interacciones relacionales las realizamos desde los Actos del Habla.
La manera en que usamos las afirmaciones, declaraciones, promesas,
pedidos y ofertas, nos comprometen a un actuar en coherencia y van
revelando una identidad. Mientras más coherencia, generaremos más
confianza y viceversa.
Cada vez que hablamos nos comprometemos. Nuestra identidad y la
capacidad de ser confiables para otros, se pone en juego.
Es así que cuando hacemos una afirmación nos comprometemos a la
veracidad de lo que decimos. Cuando declaramos, nos comprometemos a
ser consistentes con esa declaración. Cuando hacemos un juicio sobre
alguna situación o persona, adquirimos el compromiso de que ese juicio sea
fundado y de tener autoridad para emitirlo. No nos dará confianza alguien
que se caracteriza por no fundar sus juicios, o que constantemente hace
juicios donde su voz no es validada.
Cuando hacemos un pedido, una promesa o una oferta partimos de la
base de que estamos siendo sinceros y además tenemos las competencias
para cumplir. No confiaremos en una persona que hace una promesa, sin
tener intenciones de cumplir y tampoco en alguien que promete sin tener
las competencias necesarias para responder con lo que prometió.
Integramos a los Actos del Habla otra acción central que también impacta
en la confianza: el escuchar. Una persona que nos hace sentir escuchados,
inmediatamente abre en nosotros el juicio de que podemos confiar en ella.
Por el contrario, si sentimos que una persona no nos escucha, se genera
una barrera y una distancia, lo que muy posiblemente se traducirá en
desconfianza. El aprender a escuchar es dar pasos importantes en el camino
de transformarnos en personas que generan confianza.
Algunas distinciones fundamentales sobre la confianza:
El poder de las distinciones en el lenguaje nos permite ver lo que antes
era imposible, construir entendimientos, nuevos aprendizajes y otras
posibilidades para coordinar con otros. Si nos interesan nuestras relaciones,
el aprender nuevas distinciones puede ser de mucha utilidad.
De la confianza podemos compartir dos distinciones que son verdaderas
oportunidades relacionales: la Confianza Simple y la Confianza que se
Nutre.
La Confianza Simple
Si a un niño que tiene 5 a 6 años y que vive en circunstancias normales
le preguntamos si confía en su mamá, la pregunta no tendrá sentido para
él. La confianza de un niño con su madre es una confianza que no tiene
límites, no tiene dominio, es irreflexiva. A esa confianza la llamamos
Confianza Simple.
Es la confianza que se da por sentada, que no ha sido probada ni
desafiada. Es una confianza que no ha sido alterada. Está desprovista de la
posibilidad de desconfiar y se acepta sin siquiera pensarse. Vive en la más
completa ausencia de sospecha.
Esta confianza simple tiene una característica fundamental: cuando se
acaba (y por supuesto que llega un momento en que se acaba), se termina
para siempre. Nunca más en la vida confiamos así y por una razón muy
simple, porque aunque yo tenga una enorme confianza en alguien, yo sé
que confío. En cambio un niño de 5 años no está consciente de su
confianza, es invisible a sí misma. Él es todo confianza.
Existe la ilusión de que esa es la confianza. Ese equívoco es el que nos
impide reflexionar sobre la confianza. Creemos que reflexionar sobre la
confianza es hacerlo sobre esa confianza simple, pero esa se perdió y para
siempre.
Por supuesto que después podremos confiar —intensamente— pero
sabremos que estamos confiando.
La Confianza que se Nutre
Una manera de entrar a mirar esa confianza es a través del dominio de
los juicios. El juicio central que hacemos es: Yo juzgo que puedo confiar (o
no confiar) en esta persona.
Esta confianza tiene la necesidad de ser cuidada, alimentada, nutrida:
cuando confío en alguien, decido mantenerme confiado, sostengo la
confianza, la cuido, la alimento. Genera la capacidad de actuar en
interrelación con otros: cuando confío en alguien puedo accionar en
interrelación con él.
Esta confianza tiene características muy particulares:
• Es una confianza que se sabe confianza, es decir estamos
conscientes del acto de confiar.
• Es una confianza que tiene dominios, por tanto, podemos confiar
en alguien en el ámbito del dinero u otros ámbitos pero no quiere
decir que confiemos en todos los dominios.
• Es una confianza que, sabemos, puede ser quebrada y hay
conciencia de que en el andar de la vida, con o sin intención,
puede haber rupturas de esa confianza.
Para poder mirar esta confianza que se nutre, hemos desarrollado tres
juicios centrales que nos permiten hablar de ella:
Juicio de sinceridad (Juicio ético)
En el juicio de la sinceridad, juzgo que lo que la otra persona me dice
(afirma, declara o se compromete) no está siendo negado por una
conversación privada.
Este juicio sobre la sinceridad del otro está muchas veces basado en
hechos contrastados, pero no siempre es así. En ocasiones juzgamos que el
otro no está siendo sincero y le retiramos nuestra confianza, sin llegar a
chequear los hechos de manera fiable (cuando aceptamos rumores y
tomamos por válido algo que nos dice una tercera persona, cuando
interpretamos de forma inadecuada determinadas situaciones, etc.).
Por otra parte, hay muchos factores que pueden llevar a una persona a
no ser sincera. Por ejemplo, en algunas organizaciones existe una cultura
en la que el error es duramente castigado y perseguido. En este tipo de
ambientes, es mucho más probable que los empleados mientan porque
tienen miedo a las consecuencias. Sin embargo, en las empresas en las que
el error es considerado como una posibilidad y valorado como una
oportunidad de aprendizaje, los empleados se sienten más libres para decir
la verdad. Estas mismas dinámicas se reproducen de la misma manera en
muchas relaciones, por ejemplo: padre-hijo o jefe-colaborador.
Si por ejemplo, Carmen me hace una promesa y yo la acepto, al
aceptarla he hecho un juicio, uno por lo menos, respecto a su sinceridad, o
de lo contrario no hubiera aceptado su promesa.
Si la promesa de Carmen está enmarcada en el ámbito laboral y yo la
juzgo sincera, la pregunta que me hago a continuación es: ¿será capaz de
hacer lo que promete? Entonces mi juicio sale del mundo ético y entra en el
mundo operacional y a este juicio lo llamamos:
Juicio de competencia (Juicio operacional)
En el juicio de competencia, yo juzgo que la otra persona es capaz (o no)
de hacer aquello a lo que se comprometió.
Piensen ustedes lo siguiente: al hacerme Carmen la promesa, yo podría
tener los siguientes juicios: le creo, en el sentido de creer en su sinceridad
pero no la juzgo competente para realizar lo que promete.
Esta distinción en el ámbito laboral tiene un valor extraordinario porque
cuando la gente no tiene esta distinción, toda confianza al final se atribuye
a un fenómeno ético y muchas veces no tiene nada que ver con eso.
Ocurre que cuando alguien, en el contexto de las relaciones laborales,
hace una promesa, “yo voy a hacer tal cosa” y yo no le acepto su promesa,
esa persona dirá “¿tú piensas que estoy mintiendo?”. Y yo puedo
contestarle: “No es eso; yo pienso que no eres capaz de hacerlo”. Este es
un caso donde se está siendo sincero y no es suficiente para generar
confianza, por su competencia.
Nosotros podemos tener la voluntad de cumplir una determinada
promesa pero también podemos ser ciegos a nuestras incompetencias.
Es importante entender que una buena parte de los fenómenos de
desconfianza no son éticos, son operacionales. Es importante tener esto
claro, o de lo contrario estamos haciendo una confusión terrible.
En las organizaciones encontramos a menudo juicios sobre la
incompetencia de los otros que minan y debilitan las relaciones. Sin
embargo, la falta de habilidad tiene solución a través del entrenamiento y el
desarrollo. Muchos jefes juzgan incompetentes a sus colaboradores y,
paradójicamente, no establecen acciones encaminadas a resolver la
situación porque cuando la desconfianza se instaura, no confiamos en que el
otro sea capaz de superar su falta de competencia.
Juicio de Credibilidad
Aparte del juicio que tenemos de sinceridad o de competencia, aparece
un tercer juicio que tiene que ver con la historia en común y lo vamos a
llamar Juicio de Credibilidad.
Esta tercera dimensión afecta a las otras dos. Supone que tus
antecedentes, las experiencias que he tenido contigo en el pasado, me
hacen confiar (o dudar) de tu sinceridad y/o de tu competencia.
La credibilidad es una dimensión en la que hacemos una predicción sobre
el futuro: si fuiste sincero en el pasado, yo juzgo que serás sincero en el
futuro. Si incumpliste tus promesas, predigo que seguirás haciéndolo; si
ejecutaste bien una tarea, creo que lo harás bien en el futuro.
La credibilidad funciona de tal manera que tiene la capacidad de
distorsionar nuestra percepción de la realidad: por ejemplo, si confiamos
profundamente en la competencia de una persona, y se produce un hecho
que contradice nuestra percepción, es muy posible que tendamos a
minimizarlo o incluso que no lleguemos ni siquiera a darnos cuenta, para
evitar lo que los psicólogos llaman disonancia cognitiva. Por ejemplo: si yo
juzgo que esta persona es competente, todo lo que haga me parecerá
adecuado y, si se equivoca, probablemente lo pasaré por alto o lo
justificaré. Si yo considero que esta persona es incompetente, todo lo que
haga me parecerá torpe e inadecuado y solo veré errores en sus acciones.
La credibilidad es probablemente la más débil de las tres dimensiones
porque es obvio que no tenemos manera de saber lo que va a ocurrir en el
futuro a ciencia cierta. Y sin embargo, actúa con enorme eficacia en
nuestras relaciones. El viejo dicho “créate fama y échate a dormir” tiene
algo que ver con esta dimensión.
Nuestra responsabilidad de confiar
Dos distinciones que pueden ayudarnos en la confianza que se nutre, son
la ingenuidad y la cautela.
Ingenuidad: Consiste en creer a ciegas sin tomar ningún tipo de
precauciones, lo cual es muy distinto de confiar.
“Le pedí a una persona en la playa que me cuidara mis cosas, toallas,
carteras, máquina fotográfica y ropa, mientras me baño, ahora que vuelvo,
no encuentro a nadie”. ¿Cuántas veces nos pasa que por diferentes motivos
nos ponemos en manos de otros, sin mayor conocimiento, sufriendo
múltiples costos? Eso no es confianza, es ingenuidad. La ingenuidad
normalmente va acompañada por ciertos movimientos emocionales como el
exceso de entusiasmo, el descompromiso o la necesidad de no incomodar o
quedar bien. Esos movimientos emocionales no nos proveen de la fuerza
necesaria para confiar, marcando a través de conversaciones, ciertas
condiciones de satisfacción o acuerdos que nos resguarden.
Cautela: Es el cuidado que tiene una persona para no salir dañada en
una situación que juzga la pone en situación de riesgo. Muchas veces la
cautela es confundida con la desconfianza. Cuando las confundimos,
afectamos nuestras relaciones. Ya que en nombre de ser precavidos,
realizamos un gran número de acciones controladoras, que rigidizan las
posibilidades de acción de los otros.
Es necesario tomar precauciones y siempre existirán factores que no se
pueden controlar; de eso se trata la confianza. Se los mostramos con un
ejemplo, un padre a su hija de 16 años, que sale con su novio. “Te doy
permiso para que salgas con este muchacho, pero llegas antes de las 12,
me llamas cada hora, me dices dónde vas, quiénes son los otros amigos,
necesito que esté presente algún padre, déjame hablar con él antes y en
cuanto a usted joven, ni se le ocurra hacer nada indebido, no beba alcohol y
deme su número de celular y el de sus padres”. Creo que el ejemplo es
claro, en qué es cautela y qué es desconfianza. En la desconfianza no está
la posibilidad de dar el espacio al otro en la relación, para mostrarnos su
sinceridad y capacidad de cumplirnos. Esta incapacidad está cargada de
miedos, preocupaciones y necesidades de controlar todo, que corroen la
relación, la desgastan. La cautela o prudencia, permite establecer los
acuerdos necesarios y luego de eso… suelta, confía.
La confianza desde las emociones
El dominio de las emociones es donde más nos pueden servir las
metáforas para visualizar y entender lo sensible que es la emoción de la
confianza, frente a los ingredientes que dan vida a las relaciones. Volvemos
a mirar la confianza como un río. Lo que haremos es distinguir la confianza
como emoción y como estado de ánimo.
La confianza como emoción
En la superficie del río, con una categoría de observable y super sensible
a las contingencias relacionales, está la confianza vista como emoción. En
este caso cuando vivimos la experiencia de confianza, es posible identificar
el elemento que la gatilla. Por ejemplo, si vamos a un cajero automático a
sacar dinero, introducimos la tarjeta, hacemos el procedimiento apretando
las teclas correspondientes. El procedimiento en su totalidad gatilla en
nosotros la emoción de la confianza. Confianza en que saldrá el dinero que
digité en la pantalla. Si a la salida del cajero hay un grupo de personas, que
nos miran de manera fija y agresiva y cuando comenzamos a caminar nos
siguen desde muy cerca, lo que pasará es que en relación a ese grupo de
personas se gatillará en nosotros la desconfianza. En un mismo momento
de vida, por factores distintos podemos sentir confianza y desconfianza,
ambas gatilladas respectivamente por factores definidos y distintos. Una
vez pasado los eventos esa emoción cambia, según con qué o quién nos
estemos relacionando.
La confianza como emoción es muy variable, su intensidad y duración
será relativa a la situación que la desata. Exactamente como los
movimientos de la superficie del río.
La confianza como estado de ánimo
En lo relacional hay una experiencia emocional más profunda, que tiende
a permanecer en el tiempo, hablamos de la confianza como estado de
ánimo. Son las aguas profundas del río, cuyas corrientes son de
movimientos más estables, menos cambiantes, reaccionan más lentamente
a los sucesos contingentes y tienen un poder fundamental en las
características particulares del río. La confianza o desconfianza, como
estado de ánimo, está en la base desde donde nos relacionamos. Se
construye en nuestra historia relacional y se forja durante nuestra infancia y
juventud. En las relaciones con familiares, padre y madre, hermanos,
compañeros de estudio, amigos, profesores, en las experiencias de
atracción y amor y los primeros intentos laborales se van construyendo
estas predisposiciones a actuar. Se transforma en un verdadero ropaje de
confianza o desconfianza, que luego andaremos trayendo puesto y con los
que enfrentamos los sucesos de la vida.
Les compartimos palabras simples y hermosas del filósofo chileno, Martín
Hopenhayn que reflejan una atávica necesidad humana de sentir.
“Por nada cambio
el sutil regocijo de
sentirme en confianza”
A la gran mayoría de las personas que toman los programas de
coaching, en algún momento les hemos realizado la pregunta: ¿cuál es el
sueño más importante que quisieran lograr? La gran mayoría responde,
“estar tranquilo y seguro junto a los seres que quiero”.
Estamos hablando de soñar con tener un estado de ánimo de confianza.
La experiencia emocional de la confianza trae de regalo, la posibilidad de
satisfacer una necesidad constitutiva del ser humano, la de estar en paz,
compartiendo el afecto.
Es nuestro ser mamífero, que tiene un radar ultrasensible a la tensión de
la desconfianza y la serenidad de la confianza.
Los que hemos tenido la suerte de compartir la experiencias de
acercamientos con caballos, recordaremos que funcionan en sus relaciones
desde estas señales que nacen en su cerebro límbico. Cerebro límbico, que
compartimos en cuanto mamíferos.
El cerebro límbico, entre otras cosas, es responsable de los fenómenos
emocionales y de la memoria. En nuestra historia relacional, al igual que los
mamíferos, vamos aprendiendo, recordando y repitiendo, respuestas que en
su origen fueron la respuesta adaptativa que sentimos necesaria. Por
ejemplo, desde una sana curiosidad, cuando pequeños nos gustaba jugar
confiadamente con los enchufes y sentíamos que era entretenido. Un día
decidimos ser más audaces y metemos los dedos en los orificios de un
enchufe, sintiendo un terrible golpe de corriente que nos lanza hacia atrás,
golpeándonos contra la pared. Es posible que esa aventura infantil, de un
momento a otro, cambiara la relación con los enchufes. Aprendiendo del
peligro de la corriente, no se nos va a olvidar más y lo más seguro es que
nos cueste superar la relación de distancia con los enchufes. Este ejemplo lo
podemos proyectar a las relaciones.
El movimiento o predisposición a actuar de la emoción de la confianza es
de cercanía, y el de la desconfianza es de distancia, en las relaciones de los
humanos y la de los amigos caballos. Así de simple y así de frágil.
La confianza desde el cuerpo
La confianza es una experiencia corporal.
La biología entera reacciona de manera diferente, cuando entramos en
aguas turbulentas o cuando nos sumergimos en amplios y apacibles mares.
Esto mismo nos sucede cuando entramos en contextos de desconfianza o
de confianza. Nuestro cuerpo reaccionará en dinámicas muy distintas.
Los espacios de confianza hacen que nuestro cuerpo tenga al menos dos
respuestas muy claras: una es relajar todo el sistema neuromuscular y la
otra acercarse cuidadosamente hacia lo que está alimentando de confianza
el entorno. Se transforman en instantes de regocijo y tranquilidad.
Y los contextos donde abunda la desconfianza, generan un aumento de la
tensión y un impulso a tomar distancia, a construir barreras de protección.
Si observan, es muy similar a la respuesta de los caballos.
Aunque las respuestas que mencionamos son prácticamente para todos
iguales, hay un diferenciador en su intensidad, marcado por la historia
personal.
Podemos asociar esta observación a lo que es la confianza como estado
de ánimo.
Las personas que tienen a mano la confianza como estado de ánimo,
tendrán la misma respuesta desde su cerebro límbico (mamífero), con una
intensidad más suave. Los que han habitado más la desconfianza en su
historia relacional, responden con torpeza dentro de los contextos de
confianza y con una alta intensidad en situaciones de desconfianza.
Creo que todos los que hemos estado en procesos de desarrollo personal
alguna vez hemos realizado el famoso “salto de confianza”. Para los que no,
les cuento que consiste en dejarse caer desde una posición de pie y de
espalda en dirección al salto, de una altura de 1.20 metros más o menos,
cayendo a una red de brazos, formado por unas 10 personas. Es un lugar
muy gráfico para ver la confianza en el cuerpo de los que se lanzan. Es
impresionante ver cómo a pesar de que es totalmente seguro, el cuerpo
reacciona, sin importar lo dicho y lo sentido. La conversación entre el que
salta y los que reciben, construye confianza desde el lenguaje, el contexto
de respeto y seguridad posibilita una emoción de confianza y sin embargo el
cuerpo reacciona desde lo que sabe. Es nuestro estado de ánimo de
confianza el que moldea las respuestas corporales. En personas que se ven
muy seguras, al momento del salto, las piernas se encojen, el abdomen se
va hacia adentro, el mentón se pega al pecho y los brazos se abren
intentando tomarse de algo.
Otras se ven muy débiles desde su presencia y sin embargo, se lanzan
erguidas, su nuca va hacia atrás, la respiración es amplia y el goce se
refleja.
Como decíamos, todo depende de la historia de confianza (o
desconfianza) que nos ha tocado en la vida.
La confianza es un camino de aprendizaje, desde nuestras
conversaciones, emociones y cuerpo. Un camino sin fin, de sutiles
aprendizajes, que ya podemos comenzar a recorrer.
¿Qué acciones cumplen el rol de guardianes de la confianza?:
Construir confianza, mantenerla, y repararla.
Acciones que construyen la Confianza
Una de las acciones importantes que construyen la confianza es el
cumplimiento de los compromisos. La confianza de los otros en mí requiere
el cumplimento de mi palabra y esto requiere que estén claramente
establecidas mis promesas.
Y para poder confiar en otros, es fundamental distinguir las promesas
que los otros nos hacen versus las expectativas que nosotros tenemos
sobre lo que ellos tienen que hacer. La confianza se construye sobre
promesas hechas, no sobre expectativas creadas. Yo no puedo reclamar
sobre mis expectativas, pero sí puedo reclamar sobre lo que el otro me
prometió.
Hay muchas personas en las Organizaciones que esperan acciones de los
otros, basadas en sus expectativas y no en las promesas que estos hicieron.
Entonces sucede que nos quejamos por algo que no llegó como
esperábamos, aún si no sabíamos bien qué es lo que esperábamos.
Esto sucede también, frecuentemente, en las relaciones de pareja.
Acciones que mantienen la Confianza
Una de las acciones centrales para mantener la confianza es la capacidad
de reclamar: “Tú no me cumpliste y te voy a hacer un reclamo”, que no es
lo mismo que ofenderse y no hacer el reclamo, o hablar con otros acerca del
incumplimiento y no enfrentar a la persona concernida por su
incumplimiento. Esto último es lo que se llama en las Organizaciones la
Cultura del Rumor, lo que finalmente atenta gravemente contra la dignidad
de las personas.
Al hacer un reclamo, yo me estoy haciendo cargo de mi dignidad, por eso
que la emoción del reclamo muchas veces es la indignación. Es un
conversación en la que planteo: “Tengo un reclamo, tú me prometiste tal
cosa (esa es una afirmación), no la has cumplido (otra afirmación), eso me
ha dañado y te pido que hagas tal cosa para reparar ese daño”.
Y es importante distinguir entre la traición y el incumplimiento. Si todo
incumplimiento de otro es interpretado por mí como una traición, la
confianza es imposible. Si en cambio, lo puedo entender como
rompimientos que tienen curso en la normalidad del vivir y me hago cargo
de ellos en el reclamo, eso es diferente.
Si no distinguimos la traición del incumplimiento, la confianza no es
posible ya que a todo incumplimiento le atribuimos una intencionalidad y
eso no necesariamente es así. Hay muchos incumplimientos que no tienen
que ver con una mala intención. La traición requiere de una intencionalidad
de dañar, donde la acción está sostenida con la idea de perjudicar.
Acciones que reparan (o reconstruyen) la Confianza
Sin duda las acciones que contribuyen a la recuperación de la confianza
tienen relación con la posibilidad de conversar sobre el asunto. Y esto tiene
que ver con dos aspectos básicos: La capacidad de pedir disculpas y la
capacidad de perdonar y pedir perdón.
La confianza como gran tema no puede ser tomada como un absoluto, la
confianza fluye y tiene altos y bajos. Tiene que ver no solo contigo sino con
los otros.
La confianza en sí mismo
Queremos terminar este artículo sobre la confianza, invitando a
reflexionar sobre la confianza en ti, ya que influye poderosa y centralmente
en la relación con los otros y con el mundo. Como los elementos para
observarla son los mismos que con otras relaciones, esta reflexión la
haremos a través de preguntas:
• ¿Cuánto confías en ti y en qué dominios?
• ¿En qué dominios desconfías en ti?
• ¿Cómo podrías fundar tus respuestas, por la sinceridad contigo
mismo, por tu competencia en los respectivos dominios o por la
confiabilidad contigo mismo?
• ¿Cumples los compromisos que haces contigo?
• ¿Cómo se ha construido esa poca o mucha confianza en ti mismo?
• ¿Cuáles y en qué dominios son los futuros aprendizajes de la
confianza en ti mismo?
Confiamos en que esta lectura y las reflexiones sobre la confianza, les
servirán para dar un paso más en sus respectivos procesos de aprendizajes
y en el futuro de sus relaciones más importantes.
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